Parecía que estuvieramos perdidos en un laberinto de pasillos de un Hotel de mala muerte. Un inmigrante occidental guía nuestros pasos sigilentes hacia el aposento destinado de luces rojas.
302, el sofá muy maltratado. Mejor el cuarto piso.
En las afueras llovía. No habian pretextos de un encuentro sexual. Dos conocidos por años simplemente buscaban degullir un egoista apetito del mucho conversar.
Faltaba tiempo para lo demás.
Sexo oral. Su lengua lamía mi clítoris delicadamente con algunas interrupciones. Besar sus empapados labios apasionadamente.
Penetración. Su pene penetraba una y otra vez y su glande marcaba un territorio. Sus dedos se undían placenteramente en una segunda fuente de placer y mis paredes consentidas arrancaban gemidos de mi garganta mientras mis pezones enardecían por su lengua sobre ellos.
-Ven, Me dijo. ¿Quieres que te vean?
Salimos desnudos al corredor y profanamos el pasillo de los amantes baratos que se esconden tras una puerta cerrada.
Yo de manos contra la pared y de espaldas a su pecho.
302, el sofá muy maltratado. Mejor el cuarto piso.
En las afueras llovía. No habian pretextos de un encuentro sexual. Dos conocidos por años simplemente buscaban degullir un egoista apetito del mucho conversar.
Faltaba tiempo para lo demás.
Sexo oral. Su lengua lamía mi clítoris delicadamente con algunas interrupciones. Besar sus empapados labios apasionadamente.
Penetración. Su pene penetraba una y otra vez y su glande marcaba un territorio. Sus dedos se undían placenteramente en una segunda fuente de placer y mis paredes consentidas arrancaban gemidos de mi garganta mientras mis pezones enardecían por su lengua sobre ellos.
-Ven, Me dijo. ¿Quieres que te vean?
Salimos desnudos al corredor y profanamos el pasillo de los amantes baratos que se esconden tras una puerta cerrada.
Yo de manos contra la pared y de espaldas a su pecho.